A medida que crecemos vamos perdiendo muchas cosas y ganamos otras que no siempre son buenas.
Perdemos naturalidad, expresividad, creatividad,...ganamos verguenza, seriedad, corrección...
Me viene a la memoria aquella vez que regalamos a Hijamayor un tambor y buscó otra utilidad mucho mas divertida,...subirse encima a modo de plataforma para bailar!!!!
Ayer el autobús en el que volviamos a casa, paró en paralelo con otro y durante un rato pudimos disfrutar de la naturalidad infantil. En el nuestro viajaba una niña de unos 5 años con su abuelo, y en el que estaba en paralelo había otra niña de una edad aproximada. Ambas quedaron a la misma altura y comenzaron a interactuar entre ellas haciendo mil caras contra el cristal que conseguian sacar unas carcajadas a la compañera de juego improvisada.
¡A mi me entraron ganas de jugar tambien! La señora que tenía sentada delante llevaba una cazadora con un cuello de piel suave y pelusito...¡me puse a soplar para hacer bailar los pelitos de la piel!
Hijapequeña con un ¡mamáaaaaaaa! me hizo volver a la realidad...
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¡No pienso dejar nunca que unos cuantos años de más dominen a la niña que llevo dentro!
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